30 DIC | 09:15

Sin margen, Macri se juega por un duro ajuste fiscal

Será un año electoral distinto al que se viene dando desde 2003. El Gobierno se juega su suerte con un plan económico netamente ortodoxo. Por Pablo Wende
Los años de elecciones presidenciales en la Argentina muestran  características similares: muy fuerte expansión del gasto público, atraso del tipo de cambio y congelamiento de tarifas para impulsar la economía, lo suficiente para ganar los comicios. Esta situación se dio, con variantes menores, en 2003, 2007, 2011 y 2015, o sea los años en los que se votó para presidente.
 
 

Pero el 2019 será completamente distinto. Obligado por el acuerdo con el FMI, Mauricio Macri tendrá que seguir otro camino en un año clave, en el que se define si podrá o no continuar como Presidente.
Las tensiones dentro del Gabinete ante la necesidad del ajuste quedaron al descubierto en el cierre de la semana. La renuncia de Javier Iguacel a la secretaría de Energía evidenció las internas con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Y Macri optó por poner en la secretaría de Energía a un alfil suyo, Gustavo Lopetegui, para seguir personalmente uno de los temas más sensibles de su gestión.
 
 
    Los fuertes ajustes tarifarios son fundamentales para bajar subsidios y llegar al déficit cero comprometido con el FMI. La apuesta ortodoxa es la apuesta obligada de Mauricio Macri en un año clave.
 
 
El anuncio de los aumentos de tarifas que habrá en 2019 dan lugar a varios enfoques simultáneos:
 
–La mayor parte de los incrementos (transporte, luz, gas y agua) se concentra en el primer semestre y especialmente en los primeros cuatro meses del año. Es obvio que se intenta despejar el panorama en los meses previos a octubre.
 
 
–Los ajustes son significativos y responden a la necesidad de seguir bajando subsidios. La prioridad absoluta es cumplir con el ajuste fiscal comprometido ante el Fondo, que establece un equilibrio de las cuentas públicas (antes del pago de intereses).
 
 
–Se estima que la magnitud de los aumentos le agregará un punto al índice de inflación por mes en los primeros cuatro meses del año. Esto implica que la "velocidad crucero" será de 3% mensual. De esta forma, se vuelve virtualmente imposible cumplir con el 23% establecido en el Presupuesto. La mayoría de los economistas piensa ahora que en realidad la inflación se ubicará más cerca de 35% el año próximo (contra 48% este año).
 
 
–Como habrá que destinar una porción mayor del ingreso para hacer frente a los aumentos tarifarios, la esperada reactivación seguramente se verá postergada. La idea de que los salarios comenzarían a ganarle la batalla a la inflación luego de la caída que sufrieron en 2018 podría demorarse incluso hasta finales del segundo trimestre.
 
 
La recuperación vigorosa de la economía que vaticinó el ministro Nicolás Dujovne en el acuerdo con el Fondo ya quedó descartada. No sólo serán los ajustes tarifas, sino también la suba de impuestos que fue necesaria implementar para cumplir con el déficit primario cero. Esa presión tributaria conspira contra la producción y también afecta a la contratación de personal.
 
 
    La estabilidad del dólar, más que la reactivación económica, es lo que podría definir si el Presidente consigue su reelección. Por eso, seguirá la restricción monetaria y con ella las altas tasas de interés.
 
 
Además de las necesidades fiscales, el Banco Central está comprometido a cumplir con su plan monetario, que implica una emisión muy controlada de pesos. Por lo tanto, queda descartada otra de las vías muy utilizadas en tiempos electorales para bajar la tasa de interés e impulsar el consumo en los meses previos a las elecciones.
 
 
Será un verdadero experimento ver hasta qué punto la ortodoxia fiscal y financiera le permite a un Gobierno ganar las elecciones, cuando siempre se optó por la opción contraria. Y si Macri es exitoso, entonces marcaría un vedadero "antes y después": ya no sería necesario el despilfarro para conseguir buenos resultados electorales.
 
 
Pero todo está por verse. La apuesta es básicamente que el dólar esté controlado. Esto significa evitar grandes oscilaciones, al tiempo que queda descartada la posibilidad de volver a atrasar el tipo de cambio, un clásico en la previa electoral. El caso extremo fue el de Cristina Kirchner, en 2011. Vendió tantas reservas en la previa electoral que cinco días después de los comicios anunció el cepo cambiario. El dólar mayorista a fin de marzo no podrá bajar de $ 39,38, ya que ése es el piso de la banda cambiaria (que aumenta a razón de 2% mensual desde enero).
 
 
    La imagen del Presidente y la confianza sobre el futuro de la economía están muy atadas a lo que suceda con el tipo de cambio. Los cimbronazos más fuertes podrían venir después de junio, cuando se haya liquidado la cosecha gruesa
 
 
La incógnita es si este plan será suficiente para mantener controlado al dólar. Para eso la fórmula es "secar" el mercado de pesos y reducir drásticamente el déficit fiscal como el principal motor de la emisión monetaria. Claro que mantener el dólar a raya tendrá como consecuencia una tasa de interés alta en términos reales, que conspirará contra el rebote de la economía.
 
 
Las encuestas de las últimas semanas muestran un factor común: la imagen de Macri mejora y las expectativas en la economía también en la medida que el tipo de cambio se mantiene controlado. En cambio, ambas variables se ven muy afectadas cuando el tipo de cambio pega un salto exagerado.
 
 
El 2019 será el año de la gran corrección de las variables macroeconómicas. Algo que hace años se viene reclamando desde distintos sectores, ante la evidencia que resulta insostenible mantener los niveles de déficit que arrastra la Argentina. El problema es que esa búsqueda de equilibrio se hace con poco achicamiento del Estado y mucha presión sobre los bolsillos y la actividad productiva. Un remedio que podría terminar resultado peor que la enfermedad.
 
infobae.com

 

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