30 AGO | 18:11

Radiografía del suicidio en las Américas

Cómo la pandemia exacerbó una crisis de salud mental que necesita ser atendida. Infobae consultó a cinco expertos en psicología y psiquiatría sobre esta situación. Por Agustín Gallardo y Romina Cansler
El caso de Uruguay y la estrategia de salud pública de ofrecer medicamentos antidepresivos sin costo
 
 
La pandemia y el aislamiento, además de otros factores, son parte del aumento en las tasas de suicidio
(Getty Images)
 
 
 
Las tasas de suicidio que se manifiestan a nivel global son motivo de preocupación para los expertos de todo el planeta. Más de 700.000 personas mueren por este motivo cada año, en todo el mundo, según informó la Organización Mundial para la Salud. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años.
 
 
Una persona adulta necesita, en promedio, 7 horas de sueño por día. No se recomienda dormir menos de 5 horas, ni tampoco más de 10. Si ocurre alguna de estas situaciones, se debe consultar con un profesional
 
 
 
En 2019, según los últimos datos emitidos por la agencia regional de salud, se registraron más de 97.000 suicidios solo en el continente americano, especificando que el 79% de las personas toman este decisión son hombres, aunque se ha registrado un incremento entre las mujeres.
 
 
En Estados Unidos, el índice de suicidios en 2022 fue de 14.4 muertes por cada 100,000 personas, de acuerdo con un estudio realizado por la Kaiser Family Foundation. Mientras que otro estudio publicado en la revista The Lancet indica que factores sociales, como el consumo de alcohol y la desigualdad educativa, podrían estar contribuyendo al aumento de las tasas de suicidio en América Latina.
 
La OPS precisó que la tasa de mortalidad por suicidio varió considerablemente según la subregión, con América del Norte a la cabeza (14,1 suicidios por 100.000 habitantes) y la región Andina con la tasa más baja (3,9 suicidios por 100.000 habitantes). La agencia sanitaria atribuye la disparidad a las diferencias socioculturales entre las sociedades.
 
Más de 700.000 vidas se pierden anualmente por suicidio en todo el mundo, según la OMS
(Imagen ilustrativa Infobae)
 
 
A escala mundial, la tasa de suicidios desciende, excepto en las Américas. De acuerdo a lo señalado, disminuyeron en los 20 años transcurridos entre 2000 y 2019: se redujo en un 36%, con descensos que oscilaron del 17% de la Región del Mediterráneo Oriental al 47% de la Región de Europa y el 49% del Pacífico Occidental. En cambio, en la Región de las Américas, las tasas se incrementaron en un 17% en ese mismo periodo.
 
 
 
Si bien algunos países han situado la prevención del suicidio en un lugar destacado en sus programas, son demasiados los países que no se han implicado. Actualmente solo 38 naciones tienen una estrategia nacional de prevención del suicidio.
 
 
Según informa el último Boletín Epidemiológico Nacional (BEN) al respecto, en Argentina, durante el período 2010-2019, se produjeron 31.847 muertes por suicidios, según la información de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud del Ministerio de Salud de la Nación (DEIS), esto implica 3.185 muertes por año, y ocho fallecimientos por día. La tasa de mortalidad por suicidio para el año 2019 fue de 7,3 por cada 100.000 habitantes, inferior a la media mundial, que supera los 11 decesos cada 100.000 habitantes.
 
 
La situación antes y después del COVID
 
En relación al estudio llamado “Los factores contextuales asociados al nivel de incremento de suicidio en las Américas”, que abarca el período de 2000 a 2019, el doctor Enrique De Rosa Alabaster (MN 63406) médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista, quien se especializa en temas de salud mental, sostuvo a Infobae que “este estudio es relevante porque señala que, a diferencia de la tendencia global donde las tasas de suicidio están disminuyendo, en el área de América se ha visto un incremento significativo. Y este era el panorama pre-pandemia”.
 
En el continente americano, se registraron más de 97.000 suicidios en 2019, predominando en hombres 
(Imagen ilustrativa Infobae)
 
 
 
 
Y siguió: “Durante y después de la pandemia, las cifras de suicidio aumentaron, superando todas las expectativas. Hay estudios que señalan que en la población infantojuvenil, la tasa de suicidio se cuadruplicó en el período pospandemia. Se pueden considerar múltiples causales, como el uso de videojuegos o otros factores culturales que inciden en la salud mental. Este incremento no solo ha sido cuantitativo, sino también cualitativo, afectando a diferentes grupos etarios”.
 
 
 
De Rosa explicó: “Durante la pandemia, la situación se exacerbó aún más debido al aislamiento social y a la pérdida de habilidades sociales. Hay artículos, incluso, que apuntan al incremento del suicidio infantojuvenil. El aislamiento social y la falta de interacción han generado un vacío y una falta de orientación en muchos jóvenes”.
 
 
Desde el fin de las cuarentenas, la dificultad para volver a los ritmos habituales ha creado desafíos adicionales para De Rosa. Y citó un ejemplo: “Hay jóvenes que, aunque ya no son tan jóvenes, enfrentan dificultades para adaptarse. Eran adolescentes antes de la pandemia, y ahora luchan por encontrar su lugar en un mundo que ha cambiado significativamente. No pudieron ingresar a la universidad ni integrarse adecuadamente en la sociedad, lo que les ha llevado a un estado de inestabilidad. Si a estas dificultades le sumamos el eterno conflicto económico y el deseo generalizado de la población de emigrar, nos encontramos frente a una “bomba” social y emocional. A nivel mundial, el fenómeno no es muy diferente: hay una especie de pérdida de sentido y de dificultad para encontrar un lugar en el mundo, especialmente entre los jóvenes. Esta pérdida de roles y de orientación dificulta considerablemente la inserción de la gente joven en la sociedad”.
 
 
En la comunidad médica y científica existe consenso sobre la pandemia de COVID-19 y cómo ha desencadenado una ola de problemas de salud mental entre quienes lograron sobrevivir al virus SARS-CoV-2. Este virus ha causado, oficialmente, casi 7 millones de muertes, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La misma organización informó que durante el primer año de la pandemia, la incidencia global de ansiedad y depresión se incrementó en un 25%.
 
 
(Ministerio de Salud Pública, República Oriental del Uruguay)
 
 
 
Y cada año que pasa, se conoce un poco más sobre las consecuencias. “La información que tenemos ahora sobre el impacto del COVID-19 en la salud mental del mundo es solo la punta del iceberg. Esta es una llamada de atención a todos los países para que presten más atención a la salud mental y hagan un mejor trabajo de apoyo a sus poblaciones “, dijo el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS.
 
 
“Cuando observamos quiénes son las personas que más han sufrido de enfermedades mentales luego de la pandemia, observamos que son los niños y los más jóvenes. Pero no solamente los adolescentes, sino en particular los adultos jóvenes entre 20 y 30 años. Son ellos quienes se vieron más afectados. Y uno pensaría que serían los adultos mayores, quienes se enfrentaban a la amenaza de la muerte inminente por el COVID o no poder ver a su familia y sentirse aislados, pero en verdad fueron los jóvenes quienes más se vieron afectados por la pérdida de empleo, tener menor seguridad y más incertidumbre sobre su futuro”, dijo en una entrevista reciente con Infobae, Alon Chen, uno de los neurobiólogos más importantes e influyentes del mundo, y presidente del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel.
 
 
Medicamentos antidepresivos sin costo en Uruguay
 
En este contexto países como Uruguay están tomando medidas para abordar su alarmante tasa de suicidios al ofrecer medicamentos antidepresivos sin costo y lanzar centros de salud mental y social para jóvenes, todo esto como parte de una iniciativa nacional para fomentar el bienestar.
 
 
El índice promedio de suicidios en Uruguay el año pasado fue más del doble que el de América Latina en su conjunto. Se registraron 23 suicidios por cada 100,000 habitantes en 2022, en comparación con 20 en 2019. La media en la región el año pasado fue de 9 por cada 100,000 personas.
 
 
Factores sociales como alcohol y desigualdad educativa contribuyen a tasas de suicidio en América Latina, indica The Lancet
 
 
 
Con un presupuesto de 20 millones de dólares, el plan uruguayo de salud mental se pondrá en marcha en 2024. Aunque aún no se han dado muchos detalles, el Gobierno ha anunciado que aquellos pacientes a quienes se les prescriban antidepresivos como escitalopram, fluoxetina o sertralina los recibirán gratuitamente mediante un bono. El gobierno uruguayo también aumentará la financiación para centros de tratamiento de adicciones, cubrirá al menos dos tercios del copago de tratamientos psiquiátricos para aquellos que hayan intentado suicidarse y elevará la edad máxima para subsidiar copagos de terapia de 25 a 30 años.
 
 
Uruguay está poniendo énfasis en la prevención temprana, con planes de inaugurar siete centros comunitarios juveniles que ofrecerán programas educativos y deportivos, así como sesiones de terapia grupal. Durante el último año, la tasa de suicidio entre uruguayos de 15 a 19 años ascendió a 18.3 por 100,000, un incremento significativo desde 2019, cuando la tasa era de 11.29 por 100,000.
 
 
Ana Monza, miembro de la Asociación Uruguaya de Psicología, destacó en declaraciones a Axios Latino que es notable cómo el gobierno se está enfocando en abordar los problemas de salud mental y en la intervención temprana en adolescentes. Y agregó que la iniciativa también debería incluir un “enfoque holístico” que fortalezca el sistema de salud en general, incluida la formación de médicos generales en la identificación de señales de alerta emocionales y mentales.
 
 
 
Uruguay aborda tasas de suicidio con medidas como antidepresivos gratuitos y centros de salud mental para jóvenes
 
 
No hay un consenso claro sobre las causas subyacentes de las elevadas tasas de suicidio. Según Monza, se trata de un “fenómeno multifactorial” que abarca elementos sociales, personales, psicológicos, biológicos, culturales y ambientales.
 
 
“El problema no se solucionará simplemente distribuyendo antidepresivos de manera gratuita. Me parece que ese es un enfoque muy simplista para abordar la problemática. No digo que los antidepresivos no puedan ser útiles; sin embargo, son más bien paliativos y no abordan la profunda desesperanza que podría llevar a alguien al suicidio”, analizó a Infobae el doctor Juan Eduardo Tesone, médico UBA psicoanalista, de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la SPP, médico psiquiatra de la Universidad de París XII .
 
“No todas las causas de suicidio son producto de la depresión. Es necesario observar qué está ocurriendo con esta población, un fenómeno que requeriría un análisis más sociológico. Por lo tanto, la idea de distribuir antidepresivos gratuitamente me parece muy arriesgada”, dijo a Infobae el doctor Harry Campos Cervera, médico especialista en Psiquiatría (UBA), psicoanalista en función didáctica – APA Magíster en Psiconeuroinmunoendocrinología- Universidad F. Favaloro.
 
 
Y siguió Campos Cervera: “Estamos ante un problema complejo, ya que no solo tenemos una tasa de suicidio alta, algo que no podríamos simplemente atribuir al hecho de que todo el país está deprimido. Sin embargo, sí debería llamarnos la atención que la tasa de crecimiento en el país es negativa; es decir, estamos ante un país que, en términos globales, está desvitalizado. Podríamos decir metafóricamente que se encuentra en un estado de decrepitud y desesperanza, mientras que en otros países latinoamericanos las tasas de crecimiento son notablemente positivas y hay una sensación de vitalidad”.
 
En Argentina, 31.847 muertes por suicidio se registraron de 2010 a 2019, con una tasa de 7,3 por 100.000 habitantes
(Getty)
 
 
 
Qué camino seguir según los expertos
Para Campos Cervera el suicidio a nivel mundial debería abordarse considerando sus múltiples causas. “Además de la depresión, existen otros factores, como otras patologías mentales —la esquizofrenia, por ejemplo—, enfermedades terminales y estados de desesperanza que también pueden inducir al suicidio. Hay una gran variedad de causas que pueden llevar a una persona a cometer suicidio, por lo que la atención a personas en riesgo debe estar preparada para brindar apoyo que considere la singularidad de cada individuo. No podemos limitarnos a verlos únicamente como personas depresivas; debemos tener en cuenta la individualidad de cada caso”, dijo el experto.
 
 
“Es crucial reconocer que el acto suicida suele ser impulsivo. En ese momento crítico, si la persona tuviera la oportunidad de detenerse, es probable que se arrepintiera después del acto impulsivo. Hay relatos que ilustran esta realidad; por ejemplo, uno de los coordinadores de un programa de prevención del suicidio en California era alguien que intentó suicidarse saltando desde el puente Golden Gate. Tuvo la fortuna de caer en una red de seguridad y afirmó que, una vez en el aire, se arrepintió de su decisión. Este individuo luego dedicó su vida a ayudar a personas en riesgo de suicidio. Este caso ejemplifica cómo la intervención oportuna puede ayudar a interrumpir ese impulso suicida”, agregó Cervera.
 
 
El doctor Juan Cristóbal Tenconi, médico, especialista en psiquiatría, psicoanalista, miembro de APA Y Ex presidente de APSA, coordinador de las Carreras y cursos de especialista en Psiquiatría, dijo que “los antidepresivos y la psicoterapia son las herramientas centrales en el tratamiento de la depresión. También cabe destacar, que cuestiones que tienen que ver con la promoción de salud: ejercicio, dietas adecuadas, tiempo libre, favorecimiento de los contactos sociales. Son importantes para evitar que estos cuadros suceda”.
 
Los antidepresivos son un buen recurso terapéutico siempre que sean certeramente administrados por un profesional especialista 
CATALUÑA SALUD SOCIEDAD ESPAÑA EUROPA
UNIVERSITAT DE LLEIDA (UDL)
 
 
 
Y sumó: “La depresión para la Organización Mundial de la Salud es uno de los más importantes problemas sanitarios. Muchos de los suicidios lo llevan a cabo pacientes deprimidos, otras veces lo llevan a cabo paciente con trastorno de la personalidad y psicóticos. O sea qué hay que explorar la psicopatológica”.
 
 
La doctora Alejandra Gómez, psicoanalista de APA y psiquiatra, presidenta del capítulo interfase, neurociencias y psicoterapias de Apsa, secretaría departamento de Psicosis de APA, coincidió con su colega: “El suicidio es un importantísimo problema de salud mental que puede estar o no asociado a la depresión. Las conductas suicidas son complejas tanto en la detección de factores de riesgo como en la prevención”.
 
 
Y siguió: “Se recomienda el desarrollo de campañas de toma de conciencia sobre esos factores de riesgo y su difusión responsable a través de los medios de comunicación, la difusión responsable de noticias vinculadas a eventos suicidas. A su vez, el cuidado de poblaciones más vulnerables como niños, adolescentes, adultos mayores. También promover espacios de contención y escucha. Además, atención en crisis y contar con una amplia red de dispositivos de tratamiento y contención. Incluso, articular políticas públicas y privadas para detectar personas en situaciones de riesgo, y ofrecer espacios de ayuda y contención en un trabajo interdisciplinario. Esto es: psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, enfermeros, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, legistas, educadores y las disciplinas necesarias que se puedan articular”.
 
 
Con respecto a los antidepresivos y la depresión, Gómez acotó: “Las depresiones tienen un abordaje múltiple. Que va desde su correcto diagnóstico, a cargo de un profesional de la salud mental. Un abordaje psicoterapéutico individual, y si el caso lo amerita, también familiar y grupal. Los antidepresivos son un buen recurso terapéutico siempre que sean certeramente administrados por un profesional especialista de acuerdo con el tipo de depresión, según los niveles de evidencia recomendados y según las enfermedades concomitantes, si es que las hubiese”.
 
 
Para el Director General de la OMS urge atención a la salud mental a nivel mundial tras el impacto de la COVID-19
 
 
 
 
Gómez acotó que “la psicoterapia psicoanalítica es un excelente recurso para el autoconocimiento y el alivio de síntomas. Y hay que tener en cuenta que hay determinadas depresiones en donde no se recomienda su uso, como son las depresiones bipolares (por eso la importancia de un buen diagnóstico). En caso de que sea necesario usarlo, hacerlo con un cuidadoso seguimiento”.
 
 
De Rosa hizo hincapié también en una difusión adecuada, una capacitación apropiada y una acción clara en efectores y en detección primaria. “Lo que vemos es que hay jóvenes que manifiestan indicadores serios y claros en la escuela, y que no están siendo debidamente atendidos debido a la falta de información y de capacitación. En lugar de esperar a que aparezcan los síntomas, hay que comenzar a detectar problemas de salud mental en población que se presume sana. Una vez detectados, debemos tener las estructuras necesarias para poder atenderlos, y ahí es donde fallamos gravemente. Aunque hay muchas organizaciones y estructuras, no hay una coordinación efectiva”.
 
 
Con respecto a los antidepresivos, De Rosa sostuvo que “es un asunto muy delicado y tabú”. Según detalló, algunos están prohibidos en países como Inglaterra y Estados Unidos, donde incluso se han llevado a cabo juicios al respecto. “Me refiero a medicamentos que se clasifican como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Estos fármacos son especialmente controvertidos porque, aunque son antidepresivos, su efecto estimulante puede levantar la inhibición conductual que a menudo previene un “paso al acto,” como podría ser el suicidio. Es crucial tener en cuenta la personalidad de base del paciente”, agregó.
 
 
Psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, enfermeros, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, legistas y educadores son las disciplinas necesarias para articular este problema de salud mental
 
 
 
 
Psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, enfermeros, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, legistas y educadores son las disciplinas necesarias para articular este problema de salud mental Imagen Ilustrativa Infobae
 
 
En este contexto, siguió De Rosa, “es fundamental saber detectar cuándo el paciente tiene tendencias suicidas, ya que en estos casos, el antidepresivo no debería ser la primera opción de tratamiento. El problema real no es la depresión, sino la impulsividad. Por lo tanto, es importante evaluar adecuadamente, ya que el suicidio es, lamentablemente, un resultado común pero evitable si se abordan los problemas subyacentes relacionados con el control de impulsos y la falta de frenos inhibitorios. Necesitamos abordar esta problemática desde una perspectiva más amplia y profunda, empezando por informar de manera responsable a la sociedad. Este es un tema grave y creo que hay mucho que se puede hacer al respecto”.
 
 
Por su parte, Campos Campos Cervera, expresó: “Es importante tener en cuenta que, en muchos casos de depresión, la prescripción de antidepresivos no es la solución más indicada. Todos los antidepresivos vienen con una advertencia y esto se debe a que, en ocasiones, cuando prescribimos un antidepresivo existe el riesgo de desbloquear este estado de depresión profunda y, en cambio, inducir al paciente a cometer suicidio. Por lo tanto, la prescripción de antidepresivos siempre debe realizarse bajo la estricta vigilancia de un psiquiatra, y el tratamiento debe ser acompañado cuidadosamente por este profesional”.
 
 
Tratamientos personalizados
 
 
El neurobiólogo Chen, expresó, previamente, en el citado artículo: “Tenemos problemas con las medicaciones actuales para tratar la depresión y la ansiedad porque son las mismas que se usaban hace 50 o 60 años atrás y hay muchos pacientes que no responden”. “Hace un año nada más el 35% de las personas estudiadas no respondían a esta medicación. Entonces lo que necesitamos fuertemente es desarrollar nuevos tratamientos y dispositivos”, explicó el reconocido neurocientífico.
 
 
Los adultos jóvenes, especialmente entre 20 y 30 años, son más afectados por problemas mentales post-COVID
(Getty Images)
 
 
“Actualmente existen muchos nuevos tratamientos. Se está trabajando en tratamientos que se enfoquen en distintas partes y sistemas del cerebro que son muy prometedores. Lo más importante de entender es que todas estas patologías como la depresión y la ansiedad son muy complejas porque involucran a la genética. Y cuando hablamos de genética, hablamos de la herencia familiar, por ejemplo casos de esquizofrenia o depresión en la familia”, agregó Chen.
 
En una de las últimas investigaciones renombradas estudio del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel, que ha sido publicada en la revista Cell Reports, Chen explicó cómo el estrés puede incidir de manera diferente en machos y hembras, investigación en ratones que podría facilitar el camino hacia una terapia personalizada para la depresión, la ansiedad y otros trastornos relacionados con el estrés.
 
 
El avance indicó que hay una subcategoría de células cerebrales que responde al estrés de una manera totalmente diferente en machos y hembras. Los investigadores trazaron un mapa de la expresión génica en más de 35.000 células individuales, generando una gran cantidad de datos que proporcionan una imagen de la respuesta al estrés que no tiene precedentes en su alcance y destaca las diferencias entre cómo los hombres y las mujeres perciben y procesan el estrés.
 
infobae.com

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