22 JUL | 18:55

Cerebro intestinal: ¿mito o verdad?

Sin el afán de quitarle protagonismo al cerebro, hoy y desde hace ya algunos años atrás, la neurociencia está hablando del cerebro intestinal con mucho énfasis y con mucho sustento científico.
Día Mundial del Cerebro
 
 
*Dr. Francisco Saurí, Titular de Cátedra de Salud Mental II y Anatomía en la Fundación Barceló. MN: 133140. Dra. Nadia Castro, Médica Especialista en Nutrición y Diabetología. Titular de la cátedra de Fisiopatología de la Carrera de Nutrición en la Fundación Barceló. MN 133141
 
 
 
 
La nutrición del ser humano es un tema que está en boca de casi todas las especialidades de la medicina y de otras ciencias de la salud, y no es más ni menos que porque a través de ella es que adquirimos los diferentes nutrientes para sintetizar hormonas, neurotransmisores, fosfolípidos de membrana para formar las células de todo el cuerpo y, por supuesto, adquirir la glucosa para que funcione nuestro cuerpo y mente.
 
 
¡Pero no es todo tan sencillo como parece! Nuestras células del aparato digestivo tienen la capacidad de ir absorbiendo los diferentes nutrientes provenientes de los alimentos en distintos sectores de este sistema, principalmente en el intestino delgado y el colon. Para que los alimentos puedan ir descomponiéndose en microfragmentos y transformando su estructura para que las células puedan absorberla, requieren de ayuda, y esta es brindada por bacterias, hongos y virus que han colonizado nuestro aparato digestivo de manera fisiológica desde nuestro nacimiento. Este conjunto de gérmenes se llama “microbiota intestinal” y es la vedette de los congresos científicos de los últimos tiempos, puesto que, dependiendo del tipo de microbiota que tengamos, vamos a estar predispuestos a presentar mayor o menor vulnerabilidad a determinadas patologías. Influyen en la salud mental, en el sistema inmunológico, en el sistema endócrino, en la prevención de enfermedades neurológicas como el Alzheimer, entre otros.
 
 
Con respecto al cerebro, una de las patologías más prevalentes en la población mundial es la depresión, cuyos síntomas no son únicamente desgano, tristeza, falta de voluntad y pensamientos negativos, sino que también pueden aparecer síntomas físicos como los malestares gastrointestinales. En esta enfermedad se observó que biológicamente hay una disminución de un neurotransmisor llamado serotonina, que es fabricada a partir del triptófano proveniente de algunos alimentos modificados por la microbiota. De hecho, el 90% de la serotonina plasmática proviene a partir de estos gérmenes. Hay determinados alimentos que pueden afectar negativamente y alterar la microbiota normal (disbiosis), como por ejemplo los alimentos ultra procesados, con grasas trans e hidratos de carbono, ya que son proinflamatorios a nivel intestinal y pueden dificultar la adecuada absorción de nutrientes, favoreciendo las molestias gastrointestinales como diarrea, dolor y ruidos intestinales, síntomas frecuentes en la depresión y otras dolencias psicológicas.
 
 
Cabe resaltar que, a nivel intestinal, tenemos no solamente células que absorben, sino que además hay células nerviosas que aumentan la motilidad intestinal, vinculado al estado emocional de la persona, lo que explica por qué cuando nos sentimos nerviosos o ansiosos por alguna situación comenzamos a tener malestares intestinales. El nervio que se encarga de esa estimulación es el nervio vago, que se origina en una estructura encefálica llamada tallo cerebral, allá en el cráneo.
 
 
Entonces vamos comprendiendo ese vínculo tan estrecho de idas y vueltas entre el cerebro, el intestino y esos miles de gérmenes con los que establecimos una convivencia armónica y necesaria que debemos perpetuar.
Afortunadamente, mucho se sabe acerca de los factores que favorecen el cuidado de la microbiota, como puede ser: la dieta antiinflamatoria como las frutas, verduras, legumbres, cebolla, avena, que además alimentan a las bacterias beneficiosas; la actividad física, que favorece la diversidad microbiana y previene la respuesta inflamatoria intestinal; el sueño reparador, que previene estados emocionales displacenteros y estimula la regeneración bacteriana; entre otros tantos hábitos saludables.

DEJANOS TU COMETARIO


COMENTARIOS